La IMPLEMENTACIÓN del DERECHO a la CONSULTA PREVIA en PERÚ la motivación de profesores, la supervisión y el control de la implementación de las políticas, el reconocimiento y conocimiento de las lenguas y realidades de las comunidades, la articulación entre los niveles nacional y regional, la promoción de actitudes asistencialistas y conformistas por el tipo de educación impartido, por ejemplo. 218 Sin embargo, los actores adoptan una postura diferente frente a esta ruptura entre sus deseos y la realidad educativa: toman posición de manera activa, analizan, se implican en el proceso, se comprometen con el cambio, proponen soluciones, y se sienten involucrados y afectados directamente por el asunto de la EIB, sea que se identifiquen o no como indígenas. Por haber sido implicados en forma directa o indirecta en el proceso de CP, los actores empiezan a sentir una legitimación de su punto de vista y a darle vida a su ciudadanía, hasta entonces meramente formal. Esto también implica comentarios autocríticos al denunciar, por ejemplo, el descuido de la lengua propia, como en la siguiente cita de un activista de una asociación de migrantes y funcionario awajún: «Ahorita, el mismo indígena de manera un poco perezosa exige que se les atiende en su lengua. Siendo predominantes, preponderantes estas lenguas en su zona» (Shimbucat 2016). Y no se quedan en la postura crítica, sino que también se autorresponsabilizan de la transmisión y vitalidad de su cultura y lengua, como lo explica un regidor asháninka: «No podemos nosotros desconocer nuestros ancestros. Y yo como dirigente, en realidad, yo no puedo desconocer mi propia cultura, mi propio idioma, mi forma de vivir. Ahora estoy acá en la provincia [empleado como regidor] representando a mi pueblo. Y no quiere decir que ya no voy a hablar mi idioma. No. Yo tengo que hablar en mi idioma, visito a mi comunidad. [… A mis hijos] les inculco de que ellos siguen hablando el idioma» (Rivas 2016). Todos los actores entrevistados también son críticos y autocríticos en lo que se refiere a los procesos de CP, lo que prueba su gran compromiso con estos: los que participaron de modo activo en procesos de CP están mayoritariamente satisfechos con la realidad institucional de la que pudieron ser parte en el Ministerio de Cultura. Se sintieron respetados, escuchados y valorados respecto a sus aportes, percibieron el esfuerzo y la voluntad de la institución para que el diálogo se desenvuelva en buenos términos y se logre encontrar un consenso. Sin embargo, critican la burocracia y rigidez del desarrollo de los procesos, la poca de aplicación de CP en la zona andina, la falta de implementación de las decisiones tomadas y el carácter simbólico de las negociaciones realizadas, así como los problemas técnicos que obstaculizaron el diálogo. Pero también admiten la necesidad de mayor comunicación entre los propios pueblos indígenas, para apropiarse la categoría colectiva de indígena impuesta institucionalmente y presentarse con una voz consensuada fuerte. Saben de los problemas de comunicación entre los representantes y las bases, así como de las dificultades para conciliar la perspectiva institucional y comunitaria. Pero usan estas experiencias y críticas como aprendizajes y se esfuerzan para construir una práctica de CP que tenga sentido para todos los actores. Observamos una organización impresionante de la sociedad civil en todos los niveles —local, regional y nacional—, que se adapta a las lógicas y responde a las exigencias institucionales. En las negociaciones,

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