Nuestra historia Sabemos que nuestros antepasados ocuparon estas tierras desde hace miles de años. Los asentamientos más antiguos pertenecen a campamentos temporarios de comunidades cazadoras-recolectoras que tenían una gran movilidad en el paisaje puneño utilizando estacionalmente diferentes sectores o ambientes que contaban con distintos recursos a lo largo del año. Antiguamente la región era mucho más húmeda y los grandes salares y las salinas eran lagunas. Había enormes superficies cubiertas con pastizales, y una gran abundancia de animales para cazar. Con posterioridad, como consecuencia de una gran crisis climática, el ambiente fue transformándose, tornándose más húmedo y el clima se volvió extremadamente árido, con características similares a las actuales. Desde nuestros orígenes desarrollamos distintas técnicas de agricultura y producción de distinta índole. Por ejemplo, la construcción de viviendas con paredes de adobe y techos de guayada; prácticas agrícolas y ganaderas de pastoreo, el trabajo con la cerámica y los tejidos, el trabajo con la sal, madera, piedra, etc. Antiguamente las mujeres hilaban la lana de distintos animales y tejían en telares de cintura, los hombres tejían en telares a pedal frazadas, picotes y cordillates para la confección de prendas; ambos hacían hilos mismeados para tejer sojas y jergones, constituyéndose de este modo los inicios del tejido en la Puna. De esta época provienen además las primeras piezas de metal (oro, plata y cobre), que en un principio se trabajaban en su estado natural mediante la técnica de martillado. Todas estas técnicas se mantienen hasta el día de hoy. Nuestras comunidades estaban integradas a una compleja red de trueques e intercambio de objetos, productos e información. Así, en todo momento, de este a oeste, los Valles y la Quebrada, funcionaron como vía y rutas para el desplazamiento entre la Puna, la Selva y el Chaco. Con la conquista se produjo el despojo de nuestras tierras y el sometimiento a diferentes formas de explotación. Éstas se mantuvieron incluso después de las guerras de la Independencia con el Estado Argentino ya constituido, situación a cargo de los descendientes de los antiguos encomenderos que continuaban cobrando servicios personales y tributos a nuestros abuelos. Para agravar esta situación entre 1840 y 1870 la provincia de Jujuy impulsó varios impuestos que nos afectaron directamente, creándose entre otros el impuesto a la extracción de sal, y el cobro de arriendos en la zona de la Cuenca, situación que trajo como consecuencia el despojo de la propiedad comunal sobre las salinas. En 1841 además se aprobó un nuevo tributo llamado la contribución indígena, y más tarde surgió una contribución territorial, a ser pagada a quienes se hacían llamar los “propietarios” de las tierras. Éstos inmediatamente trasladaron la contribución al precio del mal llamado “arriendo” que pagaban nuestros abuelos para evitar de este modo ser desalojados de nuestros territorios. En 1863 se agregó el impuesto mobiliario, que se pagaba por la cantidad de cabezas de ganado. Todo este escenario descripto desencadenó las rebeliones indígenas de la Puna, que tuvieron lugar en la década de 1870, culminando con los enfrentamientos armados de Abra de la Cruz y Quera. Los conflictos comenzaron con los reclamos de pobladores de Casabindo y Cochinoca por los arriendos cobrados por los descendientes de los encomenderos, quienes continuaban con la apropiación indebida de las tierras. A lo largo de 1873 continuaron los reclamos y sublevaciones contra el gobierno en distintos lugares de la Puna hasta que el 4 de diciembre tuvo lugar la batalla del Abra de la Cruz, cerca de Cochinoca, donde las huestes indígenas pudieron repeler las tropas lideradas por José María Álvarez Prado, gobernador local. El 4 de enero de 1874 tuvo lugar la batalla de Quera. Álvarez Prado atacó al mando de un ejército de mil hombres y los puneños sublevados fueron derrotados. Después de la derrota hubo represalias y en muchos pueblos de la Puna hubo fusilamientos de nuestros hermanos prisioneros. Posteriormente, en 1877, las tierras de la antigua encomienda del marquesado de Yavi, Casabindo y Cochinoca, fueron declaradas fiscales. En la segunda mitad del siglo XIX estalló la Guerra del Pacífico (1879-1883), en la que tanto Perú como Bolivia debieron ceder parte de su territorio a Chile, quedando Bolivia sin salida al mar. Casi de inmediato Chile comenzó una intensa extracción de salitre en el desierto que acababa de ganar. En la Puna esta actividad generó el traslado de ganado en pie desde otras regiones; vacunos para la alimentación de la creciente población de las oficinas salitreras, burros y mulas para el transporte. En el siglo XX cambiaron la economía, el modo de vida y la población de la Puna. Las grandes transformaciones se desencadenaron con la llegada del ferrocarril que alcanzó la frontera con Bolivia a principios del siglo XX. La capacidad de transporte del tren fue desplazando a los arrieros de mulas y a las caravanas de los pobladores puneños que realizaban intercambios con regiones vecinas. El comercio se concentró en nuevos poblados ubicados junto al ferrocarril: Tres Cruces, Abra Pampa y La Quiaca. Estos fueron reemplazando como centros civiles y comerciales a los antiguos pueblos coloniales como Casabindo, Cochinoca, Rinconada, Yavi y Santa Catalina. El ferrocarril permitió que se iniciara una fuerte migración estacional como mano de obra hacia las tierras bajas para la cosecha de caña. Inicialmente la migración fue forzada, aquellos que se llamaban “dueños” obligaron a nuestros ancestros a realizar trabajos en las tierras bajas de los ingenios como parte de pago de “arriendos”. A los ingenios llegaban trenes repletos de puneños “sometidos” por los contratistas en La Quiaca o en Abra Pampa. Al mismo tiempo, por esa época se instalaron grandes empresas mineras en la Puna de Jujuy (Mina Pirquitas, Mina Aguilar y Mina Pan de Azúcar) que requerían gran cantidad de obreros. A raíz de ello, mucha gente de la región abandonó las actividades tradicionales y los viajes de intercambio. Con el correr de los años y el empobrecimiento progresivo de las familias, muchos de ellos continuaron migrando para obtener algún tipo de ingreso que les permitiera sostener a sus familias. La lucha por las tierras continuó. En 1946 durante el gobierno del presidente Juan Domingo Perón tuvo lugar “El Malón de la Paz”, en el que más de 150 originarios de la Puna se dirigieron a Buenos Aires, en parte a pie y en parte a mula, a reclamar por la titularidad de 10 KACHI YUPI - HUELLAS DE LA SAL

Select target paragraph3